22 set. 2008

Escape: un sitio llamado imaginación y vacío

Grito en silencio sonoro, me callo en sonoro silencio. El mundo cesa, la oscuridad cierne sus fauces: devora la presa. Surge en mi mente la razón, se aligera mi mano: fluye la prosa. Camino sentado, divago y divago. Más lo pienso, más me encuentro asolado. Prosigo, subrayo, anoto. Ahora defino alguna otra cosa. Volteo, miro, suspiro. Enajenadas las vistas la ira vomita silencio. No veo nada: la luz es silente. Me callo de los ojos. No veo nada, no soy nada y paseo y paseo y divago y divago un poco mas en esas pequeñas cosas que no se da cuenta uno pero es la nada que uno es; son esas que, cuando uno se baña en casa las recuerda, esas que no te dejan tranquilo en su gigante pequeñez. Medito. Pienso en el necesario oxímoron universal, en el pleonasmo oximorónico y la ostentosidad de estas construcciones. Pienso en la cabeza de un cerdo y un viejo mendigo. Vomita el cerebro, vomitan los ojos y esperan abiertos: se nutre el cuaderno. Me duele el dedo. ¡Que gran mierda! Me duele pensar y pienso en ello y me duele aun más. Me duele la espalda. El éter, intenso, cae en encima de mí: el éter, en la más elevada sublimación de su incontestable inexistencia e intrascendencia, me aplasta. Y me duele terriblemente. Que es difícil caminar a rastras; que caminamos al ver la luz al final del camino; que la luz se aleja cuando creo estar mas cerca; que llegaré así me muera y que no es necesario perecer.

Una vez oí:

- ¿Qué te sucede, porqué te sientes mal? Y… ¿como sientes?
- ¿Cómo decírtelo?... solo… tan solo… siento una leve dificultad de ser…

Gira y silva rauda en el aire: el hacha se incrusta en el centro de mi frente. Brota luz, luz que habla, la que no calla. Me duelen los ojos, malacostumbrados frente a su fulgor. Salgo de mi; no, me sacan y me vuelve a doler, pero estoy tranquilo. Salimos todos: cuevas, orcos, catres, alienígenas en saco y corbata, Naamin Timoyco, agujeros en el suelo, trampas para osos, cronopios, agujeros negros, Napoleón, Abbadon, Satanás y Legión, el tigre, el cebo, el cerdo, una cabeza, un páncreas y seres inexistentes: señoras arregladas con ballestas en las manos, mafiosos con un Don que a la vez es su violador y ‘yuppies’ de Wall Street vestidos como el Chato Grados. Recapacito. Me quedo corto, mejor que solo me acompañen orcos, cronopios y yo. Sí, mejor:

- Vamos, solos somos los mejores.
- Vamos, juntos somos los peores.
- Vamos, empecemos nuestro viaje.